domingo, 21 de diciembre de 2014

Oración, despedida... y cierre (de momento)

Mucho tiempo ha pasado desde mi última entrada.

Quedó atrás Burkina, hace mucho, mucho tiempo, tanto que parece que fue ayer. ¿Paradoja? Eso es la vida, pura paradoja.

Me parece que hace un siglo que partí de Gaoua, y de Ouaga. Que hace mucho que dejé atrás la macabra historia de los niños que trabajan en las minas de oro, que abandonan el colegio buscando “El Dorado”, porque, en el colegio no van a ganar “à manger”. Hace tiempo que conocía la historia de los niños mineros, pero esta vez tuve ¿la suerte? de verlo con mis propios ojos.

Uno de los directores de escuela donde tenemos niños escolarizados está desesperado por esta situación. Sus escasas aulas cada día están más vacías porque unas de las “ciudades del oro” (así las llaman) se ha asentado muy cerca de su escuela.

Las ciudades del oro no son más que asentamientos temporales para explotar un posible filón de oro. Toda una “ciudad” crece alrededor de estas minas, tiendas, pesudoescuelas, prostitución, negocios de todo tipo que de un día para otro se mueven a otro lugar. Cuando fui a ver una de ellas no daba crédito a lo que veía. Me lo habían contado, sí. Había visto reportajes sobre ello en internet, sí, pero verlo, como tantas cosas, transforma tu realidad. Vi los agujeros “artesanales” por los que se deslizan a diario los niños mineros, agujeros hechos de cualquier manera que se derrumban con soplar. Críos que pasan jornadas de hasta 12 horas dentr4o de esos agujeros del infierno en busca de un poco de polvo de oro. A veces, como ellos mismos dicen, tienen suerte y encuentran algo, otras, muchas de ellas, no encuentran nada, pero tienen que seguir buscando. Y de esta manera, las escuelas cercanas a estas ciudades nómadas, se van quedando sin escolares… Sí, también esto forma parte de la vida cotidiana en Burkina Faso, también tratamos, en la medida de nuestras posibilidades, de luchar contra ello... Una carrera contra el hambre…

También quedó atrás el levantamiento popular que acabó con el poder de Blaise Compaoré, o eso parece, porque hay quien dice que es él mismo quien está moviendo los hilos del nuevo Gobierno Provisional desde el exilio. No sé si es cierto o no, pero tampoco me extrañaría.

El nuevo Gobierno provisional ha anunciado medidas largamente esperadas por los burkinabés, como el inicio de la investigación del asesinato de Tomas Sankara el 17 de octubre de 1987, a manos de los hombres de compañero de revolución y amigo de la infancia Compaoré que le llevó al poder. Michos de vosotros supongo que no habréis oído hablar de Thomas Sankara, con una historia tan corta como apasionante. Hace años que conozco su historia y me conmueve, pero en estos días he terminado de leer el libro que me traje de España “El caso Sankara”, de Antonio Lozano, que ha hecho gritar a mis entrañas. El libro desvela toda la trama política que acabó con su asesinato, tráfico de armas, guerras espeluznantes en países vecinos en las que mandan los niños, comercio de oro, con el Gobierno francés como protagonista de las tropelías más aberrantes y acabando con la vida de Sankara, que nunca quiso entrar en su juego.

Me pongo a hablar de Sankara y me enredo. Me apasiona. El caso es que su asesinato, por su supuesto, nunca fue investigado. El día de su muerte, Compaoré se proclamó Presidente hasta que el pasado 30 de octubre, día que tuvo que salir por piernas tras su pretensión de cambiar en su favor la Constitución en la Asamblea Nacional, historia que ya he contado.

Ahora el nuevo Gobierno Provisiona promete iniciar la investigación y buscar justicia para Sankara. Veremos. También ha prometido iniciar la investigación del asesinato del periodista Norbet Zongo tras ponerse a investigar los supuestos sacrificios humanos (macabras ceremonias en las que se sacrifica a personas en busca de la fortuna) a manos del hermano de François Compaoré, también entonces en el poder junto a Blaise. Fue asesinado tras anunciar que iba a revelar toda la historia con todas las pruebas que había reunido en su investigación. Por supuesto, tampoco se investigó jamás.

En cualquier caso, el país continúa más o menos tranquilo, en espera de las próximas elecciones democráticas para noviembre de 2015, en las que no se podrá presentar ningún candidato que este formando parte actualmente del gobierno provisional. Yo soy muy escéptica en este sentido. No creo que los militares quieran dejar el poder tan fácilmente tras haberlo catado, por mucho que hayan firmado la carta del acuerdo. Al tiempo.

No hablaré aquí de la marcha de nuestros proyectos con CIM. Quiero hacerlo bien y con tiempo, pero me fui de allí muy contenta con la marcha de los mismos. Tenemos 140 niños escolarizados en diferentes escuelas, 5 huertos escolares en marcha que dan de comer a los críos y sirven de punto de atracción para que otros críos vayan al cole (la posibilidad de comer) y que además dejan algún beneficio con la venta de excedentes en los mercados, con los que poder comprar el arroz básico en la alimentación de los escolares, arroz que el gobierno no provee más que un trimestre al año a cada escuela. Estamos ayudando también a algunas escuelas en la mejora de las instalaciones, placas solares, material y algunas infraestructuras básicas que el gobierno ignora. Y tenemos nuevos proyectos de los que ya hablaré, para lo que necesitamos nuevos e importantes fondos. Buscaremos debajo de las piedras si es necesario para seguir trabajando por la educación, la única herramienta que forma personas libres y críticas. Es nuestro objetivo.

Y bueno, un buen día cambié de país y me fui al país de la Teranga (hospitalidad en wolof, lengua local de Senegal), donde he permanecido hasta esta mañana.

Me hubiera gustado escribir desde allí, pero el día a día pasa rápido y yo no he parado un momento. Montones de amigos que forman parte de mi familia desde hace tiempo… montones de cosas y de nuevas vivencias.

Llegué a Dakar, a “mi casa” de Dakar, en Camberène II, el 3 de diciembre, donde de nuevo me recibieron con los brazos abiertos. Je suis chez moi. Pasé días de aquí para allá viendo amigos, paseando “à l’ais” y oliendo África, otra parte de África, que nada tiene que ver con Burkina, nada.

Sin descanso día tras día. El día 9 partí a Touba, la ciudad sagrada de Senegal. La segunda meca para los mourits, donde el día 11 se celebraba el Gran Magal, la fiesta que conmemora el regreso de Serigne Tuba (Cheikh Ahmadou Bamba) tras su exilio. Fue el fundador de la ciudad. Touba es como un país distinto dentro de Senegal. Es una ciudad con sus propias leyes y sus propias maneras de hacer. Está prohibido el alcohol en toda la ciudad, así como fumar. Casi nadie habla francés. Uno de sus pilares es renegar de todo aquello que supuso la colonización, y el idioma forma parte de ello. Sólo hablan wolof y árabe. La parte que menos me mola de todo ello es que, como consecuencia de ello, no hay escuelas en la ciudad, sólo las coránicas, pero eso es otra historia.

Conocí Touba el año pasado, pero no era el Magal. Fui a casa de la familia de una amiga y vino también su hermana, que habla francés, para que nos hiciera de intérprete, sino, era complicado. Este año ha sido muy diferente. Tuba está a 180 kilómetros de Dakar. Lo que normalmente es un viaje de un par de horas, para nosotras se convirtió en un viaje de 9 horas. Casi 3 millones de personas acuden a Touba para el Gran Magal. Nosotras fuimos dos días antes y lo que vi durante el viaje me resulta complicado de explicar. Aparte de miles de coches a reventar de gente, cientos de autobuses, camiones, carros, camionetas, cargados de cientos de personas colgadas de cualquier manera. Donde tú piensas que ya es imposible que quepa una persona, se meten 100 más. Esto es habitual en África, lo he visto muchas veces, pero en este caso concreto desbordó cualquier cosa que yo hubiera visto o imaginado, mención aparte de lo que fue la circulación propiamente dicha hasta destino. A mí me pareció un milagro que sólo viéramos una veintena de accidentes y otras dos veintenas más o menos de averías. No soy capaz de describirlo. Miraba con cara de haba el “espectáculo” a mi alrededor. Y así durante 9 horas hasta que conseguimos llegar a casa, en Touba. Nada comparable con las 16 horas que me contó un amigo al día siguiente.

Gran Magal. Imaginaos las Fallas los días de máxima afluencia, multiplicado por 3, más o menos, en toda la ciudad. Es una fiesta religiosa. Todo el mundo reza, por supuesto. Para entrar en la Gran Mezquita hicimos casi 3 horas de cola, y conseguimos entrar a las 2 de la mañana (día previo al Magal). Había momento en los que penaba: “ahora, ahora es cuando muero de asfixia o aplastada por una avalancha humana”. Afortunadamente nada de eso pasó. Todas las familias matan una vaca para festejar el evento, o un camello. Vi imágenes realmente “curiosas” por llamarlas de algún modo. Todo el mundo está invitado a comer y beber (nada de alcohol) en cualquier casa. El día del Magal por la tarde fuimos de visitas  a varias casas. Si hubiera comido y bebido todo lo que me ofrecieron tendría reservas para todo 2015.

El día siguiente del Gran Magal, era viernes, día sagrado de los musulmanes. Era el gran rezo en la Mezquita, pero ni me acerqué. Millones de personas rezando dentro y fuera de la mezquita. Prefería que me lo contaran después. No quise volver a tentar a la suerte de morir aplastada. Por la tarde partí a Louga.

Fue una experiencia muy interesante y muy intensa. Contenta de haberla compartido, mención aparte de que allí me reencontré con mi muy querido, mi hermano, Pape, deportado en febrero de este año en uno de los vuelos de la vergüenza, por el que peleamos lo indecible para evitar su deportación, desgraciadamente sin éxito. Pensaba ir a San Luis a verle, donde vive, cosa que también hice, pero él también viajó a Touba para el Magal, y allí nos reencontramos. Fue realmente entrañable. El día del Magal lo pasamos juntos.

Como decía, al día siguiente partí a Louga, con un trancazo del 15 del que aún no me he liberado. El frío nocturno en Touba, y el polvo brutal hicieron estragos conmigo.

Partí a Louga con mi amigo Tafá, a quien conozco desde hace muchos años. Él volvió a Senegal hace un par de ellos tras tirar la toalla en su búsqueda de papeles en España. Vive en un petit petit petit village a las puertas del desierto. Tras varias horas de camino en septplace, autobús y carro, llegamos a su casa. La noche al lado del desierto es otra cosa. Más en una pequeñísima aldea sin luz eléctrica, donde la contaminación lumínica es cero. La calma absoluta, la tertulia, ¡¡el frio!! (con el trancazo que ya llevaba). Fue realmente agradable compartir de nuevo con su familia un pequeño tiempo en ningún parte, pero mi séjour en Senegal était petit!!! Y al día siguiente partí para Saint Louis, para pasar unos días con Pape.

En Saint Louis hice 4 noches. Pasé miles de horas (sí, ya sé que 4 noches y 3 días no dan para tanto, pero fueron miles de horas, lo juro) con Pape. Hablando de muchas cosas, compartiendo complicidad e historias, a la orilla del mar. Mi amigo, mi hermano, arrancado de Europa a la fuerza, pero de esto ya hablaré en otra ocasión. Tengo una pro­­­mesa que cumplir al respecto. Fueron días entrañables. Nos despedimos con un abrazo y con lágrimas en los ojos.

Y volví a Dakar, a dos días de mi vuelta. Despedidas, soiréés senegalaises a fuerza de sabar, los amigos de siempre, nuevos amigos, nuevas aventuras, nuevas vivencias, y siempre, SIEMPRE, la misma hospitalidad. Volveré!!!

Pero no con TAP Portugal, que ésa también es otra historia. Estoy escribiendo desde el aeropuerto de Lisboa, cuando en realidad yo debería estar en casa desde las 11:30 de esta mañana, pero sí son las cosas… Si todo va “bien” llegaré à minuit, como la Cenicienta.

Eso sí, el trancazo, no sólo no me ha abandonado desde Touba, sino que en estos momentos soy una fábrica de mocos a gran escala. Las casi 7 horas de espera en el aeropuerto de Dakar de anoche, con frío, las 4 horas de vuelo hasta Lisboa, helada en el avión, más el paseo que me he dado por Lisboa al “regalarme” 12 horas aquí ­­­­, han hecho mella en el proceso de mejora de mis súper resfriado, volviendo 7 pasos atrás. Sobreviviré!!!

Contaría más cosas, pero es hora de que vaya viendo qué pasa con mi vuelo, no vaya a ser que lo pierda de nuevo.

Continuará… O no…

(No reviso el texto por falta de tiempo; espero que sepáis perdonarme los errores/horrores tipográficos)

martes, 2 de diciembre de 2014

En la retina...

No pensaba volver a escribir desde aquí, en Burkina, pero aquí estoy. Causas de fuerza mayor me retienen à la maison.

No sé si el calor, el cansancio o la ingente cantidad de Brakina de anoche jusqu’à petit matin avec les amis, o todo ello junto, han hecho que hoy tenga una “ligera” indisposición.

A pesar de “le chaud” de ayer, hoy me he levantado pronto. Aún tenía cosas pendientes aquí en Ouaga y me he tirado a la calle bien tempranito, pensando si mi vientre me iba a respetar, cosa que ha hecho sólo a medias.

He caminado a pie durante horas yendo de acá para allá. A pesar de la polución y el bullicio, me gusta pasear por Ouaga, à l’aise. Sí, soy nasaara (“blanca” en moré, lengua de los mossi, la mayoría en Ouaga), y los nasaara somos foco de atención, pero me sorprende la cantidad de gente conocida que me encuentro en diferentes lugares.

He vuelto a recorrer la Avenue Oubritenga. Casi sin darme cuenta, mis pies me han llevado hasta la puerta del Hotel Azalaí, probablemente el más emblemático de la ciudad, quemado y saqueado el día de la Revolución (allí se encontraban muchos de los diputados que ese día votaban el cambio que los burkinabés impidieron), y así permanece, tal cual, con el tiempo detenido en el 30 de octubre. Decenas de coches volcados y quemados, el hotel destrozado… Vuelvo a quedarme muda por la dantesca visión. Continúo un poco más allá, a la Asamblea Nacional, à côté, con el mismo paisaje desolador. Trato de hacer algunas fotos a escondidas, pero un militar que está en la puerta guardando ¿qué? me dice que ni de coña; le pido disculpas y continúo un poco más allá. Miro hacia atrás, veo le rond-point de Nations Units, con la bola del mundo al fondo, lugar que conozco perfectamente desde hace años, ya que frecuento los alrededores. Miro. Gran avenida de muchísimo tráfico, motos, coches, bicis, cláxones, bullicio… Eso es lo que hay, pero yo miro y sólo veo a miles de jóvenes burkinabés con los brazos en alto caminando hacia la Asamblea Nacional al grito de “Blaise dégage”, mientras los militares tratan de impedir su acceso a la misma. Me sobrecoge la imagen, imagen que alguien inmortalizó el 30 de octubre, pero que está viva en mi retina, como si realmente yo misma hubiera sido testigo del día que (esperemos) cambió la historia de Burkina Faso.

No sé cuántos minutos he permanecido absorta mirando, sin más. Alguien que me dice “Nasaara, bonjour” me saca de mi ensimismamiento y me devuelve a la realidad. Vuelvo la vista hacia la Asamblea una vez más y continúo camino.

Varias horas después me he venido “a casa”, donde la indisposición ha dado rienda suelta a sus instintos más bajos y aquí estoy, pegadita a la puerta de la toilette, esperando que pase “la tormenta”. Mañana tengo que coger un avión!!!!

Continuará… a varios miles de kilómetros… Continuará…